mercredi 28 mars 2012

Lavar los pies

Vidriera de la catedral de Raingej, India

Hace unos meses, estaba viajando en la parte norte de la India con dos compañeros cuando uno de ellos nos invitó a casa para descansar. Atravesando un campo de refugiados del Bangladesh, llegamos frente a una casa sencilla, con techo de chapa ondulada, donde nos esperaba su esposa con un chiquillo en la espalda.  Después de los saludos y de habernos ofrecido una taza de té, cual no fue mi sorpresa cuando vi  la señora que se prostró, siempre con el niño en la espalda,  se puso a desatar los zapatos de mi compañero indio y lavó sus pies, terminando por secarlos cuidadosamente con una toalla. Mirándola,  no vi ningún disgusto pero, al contrario, una gran paz, hasta una sonrisa y una gran elegancia,  delicadeza  en los gestos. Mi primera reacción interna fue un rechazo. No quería que hiciera lo mismo conmigo. Después, me di cuenta de que no podía rehusar tal atención sin herirla y  dejarla con una pregunta sin respuesta.

“Sabiendo Jesús que le había llegado la hora de salir de este mundo para ir al Padre, como había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el extremo…se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de los discípulos, y luego se  los secaba con la toalla que se había atado." (Juan 13, 1,4-5).

Lavar los pies: ¡cuando superamos la rutina que nos invade a veces, ello nos deja con los ojos  “cuadrados”! Es como una especie  de vértigo, cuando llegamos a ver  la comprensión que el evangelista tiene del hecho. Ha entendido que el lavamiento de los pies, gesto  común entre los más comunes,  es  una etapa del retorno de Jesús al Padre, es el camino que lo lleva a su Padre. Este camino abarca los dos más grandes extremos: rebajamiento y glorificación.  No es por casualidad que se encuentra la palabra “extremo” en este evangelio. Da el sentido pleno a este gesto sorprendente pero no insensato. Al contrario, se puede entender como la confirmación de la condición de siervo que Jesús escogió desde el inicio de su vida pública. ¡Amar hasta el  extremo! ¿No sería como  aceptar que la promesa  de la flor de la primavera tuviera la oportunidad, a pesar de las tormentas,  de confirmarse en el fruto de verano?

Desafíos

Frente a la adversidad y a las tormentas de la vida, tenemos varias posibles reacciones: podemos  huir, perdiendo así la oportunidad de crecer en nuestra humanidad. Podemos hundirnos en la dificultad, perdiendo la brújula que da  rumbo a nuestro camino. Podemos también trabajar y esculpir la realidad que nos reta,  como el artista se enfrenta a la masa informe de mármol y saca de ella una obra de arte que lo llena de gozo a pesar del esfuerzo y sudor.  Obviamente, no se trata aquí de hacer ningún juicio de valor sino, solamente, de  recordar que somos más de lo que nos pasa en la vida. Así, por ejemplo,  basándose en lo que les ha unidos en  matrimonio, y  a pesar del dolor de no poder tener  familia, algunas parejas se deciden por  la adopción de niños huérfanos.  Triunfa  entonces un amor más fuerte que la adversidad.
¿Por qué estaba sonriendo el ama de casa india al lavar los pies de desconocidos, obra que no tiene nada de placentero? Pura hipótesis, pero ¿no sería que, más allá de la obediencia a la tradición de su pueblo, había descubierto que, sencillamente,  estaba creando  un mundo diferente?

Campo de té de la región de West Bengale, India